De la policía política al totalitarismo. Estamos en ello presidente.

Nos enteramos, de refilón, que el ministro del Interior, en virtud de la reforma del Catálogo de Puestos de Trabajo aprobada el año pasado, de la que apenas el PP ha dicho algo (excepción honrosa de Ignacio Cosidó) puede nombrar, como cargos de confianza, todos los comisarios principales, los comisarios y los inspectores jefe y así lleva haciéndolo desde la modificación citada.
Sabido esto no es de extrañar los informes realizados por algunos policías que buscan más un escándalo político –para filtrarlo convenientemente, sin duda – que indicios de delitos, así como algunas actuaciones de mandos electos en el ámbito judicial, cometiendo perjurio y manipulando pruebas.
El problema que se plantea con este tipo de actitudes en las que el escalafón de la profesión se ve ninguneado por el dedo todopoderoso del ministro de turno es el de la independencia policial y la de sus investigaciones. Es natural que se utilice este tipo de comisariado político para investigar, emitir informes, manipularlos, con el único fin de acabar con cualquier oponente político o no que sea molesto al régimen.
Si a esto añadimos la inexistente independencia judicial, los tribunales políticos tipo TC y CGPJ, y la dependencia del gobierno del Fiscal General que ha dejado de serlo del Estado para serlo del Gobierno, la única conclusión que cabe es que estamos en la antesala de un régimen totalitario.
Como en algunos regímenes totalitarios lo único que quedará de la Democracia será el nombre.