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domingo, 13 de abril de 2014

La opinión de Amador Pérez Viñuela (Guardia Civil). Impresionante articulo de un Guardia Civil contando sus vivencias con el terrorismo etarra.

El día del mes de mayo de 1978 que me incorporé al puesto de la Guardia Civil de Olagüe en Navarra, a veinte kilómetros de Pamplona, sobre las diez de la noche, la banda de asesinos de ETA le aplicaron los derechos humanos a una patrulla de compañeros en una vía de circunvalación de la citada ciudad, la bomba reventó a dos y al tercero, después de numerosas intervenciones, le quedó una pierna más corta que la otra no sé cuántos centímetros. Al día siguiente hubo una manifestación en Pamplona de apoyo a los asesinos y el subteniente, mi jefe de línea, Saverri Chaverri, con ocho apellidos navarros, que se había camuflado en la manifestación, alguien lo conoció y, también le aplicó los derechos humanos con un puñal por la espalda, al tercer día de mi incorporación asistí a su funeral.
Como he empezado por casa solo voy a referirme a los de alrededor del puesto de mi destino. La línea, una unidad de mando inmediatamente superior al puesto, estaba en Villava, le aplicaron los derechos humanos dos veces, eso sí, a distancia como la bomba, que por error, colocaron en la fachada de la casa de al lado y detonaron desde el otro lado del río Arga, y una granada que lanzaron desde un cerro próximo. Los puestos limítrofes, Berriozar y Zubiri, también fueron objetivos de los derechos humanos de ETA aplicados con granadas explosivas.
Durante los dos años siguientes tuve la sensación de que había ganado mi «soldada» por asistir a funerales de compañeros. Años después le siguieron aplicando los derechos humanos a Ortega Lara en un zulo, con una técnica aprendida de los tupamaros uruguayos, y a los industriales vascos que se negaban a ser extorsionados por la banda de asesinos etarras les hacían un agujero en las rodillas con un taladro y los dejaban tirados en una cuneta. Esta era la manera que tenía el IRA para aplicar los derechos humanos a los que se mostraban renuentes a cumplir la doctrina nacionalista. En el camino quedaron las piernas de Irene Villa, el cuerpo destrozado del niño de dos años Fabio Moreno, hijo de un guardia civil de Zaragoza. A Miguel Ángel Blanco, con las manos atadas a la espalda en un descampado de Lasarte-Oria, le dispararon en la nuca los derechos humanos. La lista se prolonga hasta el millar y de los lesionados, alguno de mi pueblo, supongo que por «daños colaterales» también por la administración de los derechos humanos, hemos perdido la cuenta.
Estos días el presidente de PNV reprochaba al Gobierno de España que no le aplicara a los presos etarras los derechos humanos. Me da asco.

4 comentarios:

  1. Poco que decir porque el texto habla por sí solo. A muchos también nos dan asco esos derechos humanos.

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  2. Y todos estos asesinatos bajo la bandera de colorines llamada icurriña, seña de identidad del separatismo asesino

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  3. Asesinos, cómplices, chivatos, serviles, mamporreros... y gobernantes sin sangre que permiten que los malos se salgan con la suya. En España hace falta una buena limpieza. A fondo, y en seco.

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  4. Me ha emcionado la carta de este hombre Carlos, no se si por haberlo vivido de cerca pero, no dice otra cosa que verdades como puños. Un abrazo.

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