Sociedad de borregos ¿Solución a la crisis?

No hay gobierno en el mundo que ante una crisis económica tan grave como la que sufrimos en estos momentos resista a la tentación de aprovecharse de la misma. El ciudadano está dispuesto a renunciar a cuotas de libertad en aras de una teórica mejora en su vida, en su trabajo y en su estabilidad económica.


Los gobiernos de izquierdas esto lo manejan a la perfección ya que forma parte de su ideario colectivo. La sumisión de la sociedad civil al poder se alcanza de muchas formas y hacer depender a esta de las limosnas que el ejecutivo está dispuesto a conceder es una de tantas formas de estabular a la sociedad civil. La perfecta sociedad socialista, similar al rebaño que espera, día a día, la hora del pienso y el pastor reparte según docilidad.


Una sociedad civil estabulada se caracteriza por su docilidad ante los políticos, ante las acciones del gobierno, ante leyes liberticidas, ante comportamientos corruptos de las instituciones del estado y de sus componentes, ante la incompetencia judicial y su politización, ante intervenciones económicas que arruinan al contribuyente en beneficio de unos pocos, etc.


No hay nada más dócil que una sociedad civil subvencionada. Con ello se premia la obediencia y se castiga la crítica, la disidencia.


En España asistimos a un espectáculo digno casi de un golpe de estado. Las subvenciones, el dinero público, el dinero que esquilman al contribuyente, llega y pervierte hasta el último rincón de la sociedad civil. Sindicatos subvencionados, hoy más que nunca, obedientes al poder. Asociación patronal subvencionada dócil y callada. Fundaciones de todo tipo y pelaje dependientes de la graciabilidad del BOE para con ellas, lobbies necesitados de dinero, extrañas fundaciones surgidas por cualquier motivo cuyos únicos fines son alabar al gobierno o a sus leyes y sólo viven de esas generosas subvenciones. Ateneos, Reales Academias, Estudios sin sentido, “think tanks” partidistas, etc., todos ellos regados abundantemente con dinero público. El cine afín, el teatro, la producción literaria, artística, etc. mientras apoye y magnifique las bondades del gobierno será premiado generosamente con dinero público, al igual que los medios de comunicación, sean escritos o visuales.


Y aún más grave, si cabe, es el control ejercido con ese dinero público de los colegios, institutos y universidades, castigando al discrepante y premiando a aquellos dóciles y dispuestos al adoctrinamiento de sus alumnos.


El nivel de corrupción de nuestros políticos ha rebasado límites que les incapacitan para afrontar con garantías las necesarias reformas.


Sólo nos queda una esperanza. La sociedad civil aún no estabulada, la que puede despertar del letargo al que someten los medios, la que puede recuperar la democracia.


Es hora de que el ciudadano, el individuo, colabore activamente con las pocas organizaciones civiles independientes, honradas y pacíficas que aún existen y denuncian las corrupciones, las deficiencias, la perversión de este sistema.