La solución de los problemas de España, como la solución de los problemas del mundo, pasa por la aparición de un hombre nuevo.
Esto no quiere decir que no intoduzcamos cambios en los diferentes aspectos sociales, políticos, económicos, etc de nuestra sociedad.
El análisis es muy simple. Podemos cambiar la ley electoral, podemos suprimir las autonomías, podemos dar un giro de 180º a nuestra maltrecha justicia y no sé cuantas cosas más. Lo que ocurre es que si hacemos “TODO” pero carecemos de ese hombre nuevo, seguiremos incapacitados para viajar por los difíciles océanos a la búsqueda de nuevos horizontes.
No me sirve de nada una amplísima modificación de la justicia si los jueces que la ejercen son incompetentes, tendenciosos o prevaricadores. De nada nos sirve otra ley electoral si los políticos de la nueva se remozan en el fango de la corrupción.
Y así sucesivamente. De aquí mi angustia al observar la inmensa tarea que nos queda por hacer como ciudadanos de este País. Y digo como ciudadanos porque, desgraciadamente, mi confianza en la casta política que tenemos es nula.
Desde luego es muy poco lo que podemos hacer a nivel individual, salvo intentar multiplicar esta denuncia millones de veces; así cuantos más seamos más posibilidades hay de que estas denuncias lleguen a las “estructuras del poder”.
Nuestro Pérez Galdós decía que para que un país sea verdaderamente libre ha de someterse a dos esclavitudes: la esclavitud de la Justicia y la esclavitud del trabajo.
Pero vamos a intentar comenzar por el principio.
Ese hombre nuevo que necesitamos deberá empezar a forjarse en la enseñanza y en la cultura. Este sería el primer gran cambio.
Por eso, resulta inconcebible que partidos mayoritarios hayan renunciado a la enseñanza, o se la hayan dejado arrebatar por partidos minoritarios y sectarios que no buscan el engrandecimiento cultural del individuo sino la formación de seres primitivos manipulables. En este aspecto no puede haber concesiones. Inmenso error que estamos pagando muy caro en España.
Esto no quiere decir que no intoduzcamos cambios en los diferentes aspectos sociales, políticos, económicos, etc de nuestra sociedad.
El análisis es muy simple. Podemos cambiar la ley electoral, podemos suprimir las autonomías, podemos dar un giro de 180º a nuestra maltrecha justicia y no sé cuantas cosas más. Lo que ocurre es que si hacemos “TODO” pero carecemos de ese hombre nuevo, seguiremos incapacitados para viajar por los difíciles océanos a la búsqueda de nuevos horizontes.
No me sirve de nada una amplísima modificación de la justicia si los jueces que la ejercen son incompetentes, tendenciosos o prevaricadores. De nada nos sirve otra ley electoral si los políticos de la nueva se remozan en el fango de la corrupción.
Y así sucesivamente. De aquí mi angustia al observar la inmensa tarea que nos queda por hacer como ciudadanos de este País. Y digo como ciudadanos porque, desgraciadamente, mi confianza en la casta política que tenemos es nula.
Desde luego es muy poco lo que podemos hacer a nivel individual, salvo intentar multiplicar esta denuncia millones de veces; así cuantos más seamos más posibilidades hay de que estas denuncias lleguen a las “estructuras del poder”.
Nuestro Pérez Galdós decía que para que un país sea verdaderamente libre ha de someterse a dos esclavitudes: la esclavitud de la Justicia y la esclavitud del trabajo.
Pero vamos a intentar comenzar por el principio.
Ese hombre nuevo que necesitamos deberá empezar a forjarse en la enseñanza y en la cultura. Este sería el primer gran cambio.
Por eso, resulta inconcebible que partidos mayoritarios hayan renunciado a la enseñanza, o se la hayan dejado arrebatar por partidos minoritarios y sectarios que no buscan el engrandecimiento cultural del individuo sino la formación de seres primitivos manipulables. En este aspecto no puede haber concesiones. Inmenso error que estamos pagando muy caro en España.
Obviamente esta sería una apuesta a largo plazo como no puede ser de otra forma.
El segundo aspecto es el que se refiere a la Justicia. Una Justicia absolutamente independiente de todos los demás poderes. Su politización actual es el origen de las infinitas miserias que asuelan nuestra Nación.
Estos dos cambios no parecen demasiado complicados. Son elementales en sí mismo. Claro, habría que cambiar la Constitución. O hacer una Constitución nueva. Pero parece ser que los dos partidos mayoritarios no están por la labor. No sabemos por qué.
Llevamos 30 años de “ democracia “ en España. Lo que no sé si podemos decir es que somos un país auténticamente democrático.
Es verdad que cada 4 años ponemos una papeleta en una urna. O cada menos tiempo si contamos con las autonómicas y las municipales. Pero en España hay muchos problemas formales que se podrían subsanar con otra Constitución.
Uno de ellos es la actual ley electoral. Dentro del devenir histórico de nuestro país esta ley tuvo su lógica en la transición. Hoy dia está realmente trasnochada y en ella se mueven, como peces en el agua, la lacra de los nacionalismos. No es el momento de hablar sobre ellos. Lo que sí es evidente es que dicha ley provoca la creación de micropartidos que entorpecen el desarrollo parlamentario, y acaban convirtiéndose en extorsionadores de los partidos mayoritarios y, por ende, del pueblo español.
En las elecciones de 2008 son 10 los partidos que conforman el arco parlamentario. Si quitamos a PP y PSOE ( 322 escaños ) quedan 8 partidos que conforman, entre los ocho, 28 escaños. Esto, traducido a número de votos, supone aproximadamente dos millones y medio o tres millones entre los ocho partidos. Que en el mejor de los casos, 3 millones condicionen las vidas y haciendas de 40 millones de españoles es un verdadero insulto a la inteligencia. Aunque puede ser peor, es el caso en una votación en que la suma de dos partidillos ( 400 000 votos ) decidan sobre una ley que afecta a 40 millones.
El segundo aspecto es el que se refiere a la Justicia. Una Justicia absolutamente independiente de todos los demás poderes. Su politización actual es el origen de las infinitas miserias que asuelan nuestra Nación.
Estos dos cambios no parecen demasiado complicados. Son elementales en sí mismo. Claro, habría que cambiar la Constitución. O hacer una Constitución nueva. Pero parece ser que los dos partidos mayoritarios no están por la labor. No sabemos por qué.
Llevamos 30 años de “ democracia “ en España. Lo que no sé si podemos decir es que somos un país auténticamente democrático.
Es verdad que cada 4 años ponemos una papeleta en una urna. O cada menos tiempo si contamos con las autonómicas y las municipales. Pero en España hay muchos problemas formales que se podrían subsanar con otra Constitución.
Uno de ellos es la actual ley electoral. Dentro del devenir histórico de nuestro país esta ley tuvo su lógica en la transición. Hoy dia está realmente trasnochada y en ella se mueven, como peces en el agua, la lacra de los nacionalismos. No es el momento de hablar sobre ellos. Lo que sí es evidente es que dicha ley provoca la creación de micropartidos que entorpecen el desarrollo parlamentario, y acaban convirtiéndose en extorsionadores de los partidos mayoritarios y, por ende, del pueblo español.
En las elecciones de 2008 son 10 los partidos que conforman el arco parlamentario. Si quitamos a PP y PSOE ( 322 escaños ) quedan 8 partidos que conforman, entre los ocho, 28 escaños. Esto, traducido a número de votos, supone aproximadamente dos millones y medio o tres millones entre los ocho partidos. Que en el mejor de los casos, 3 millones condicionen las vidas y haciendas de 40 millones de españoles es un verdadero insulto a la inteligencia. Aunque puede ser peor, es el caso en una votación en que la suma de dos partidillos ( 400 000 votos ) decidan sobre una ley que afecta a 40 millones.
No quiero extenderme demasiado. Dejaré para dias próximos el análisis de otros aspectos.
Donde esta ese hombre nuevo, que tenga dos co.....es para hacer eso que dices y algo mas, me parece que es invisible y no lo vamos a encontrar, sera cuestion de indagar entre las feminas ¿no crees? hay alguna bastante valiente........
ResponderEliminarPues tienes razón Zivago, es necesario renovar al hombre, si no, la renovación de las estructuras sociales y políticas es inoperante, ya que solo serviría para sustituir la vileza de los expulsados del poder por la vileza de los ensalzados a él.
ResponderEliminarAlgo parecido dijo hace decadas el fundador del Opus: "las crísis actuales, son crísis de santos".
Nuestra civilización cristiana occidental, ha ido avanzando a base de reformas de las costumbres, regeneraciones morales del hombre que lejos de limitar su libertad y hacerle infeliz, han propiciado periodos brillantes de la historia, caracterizados por el orden y la justicia.
Pero para poder regenerar nuestra sociedad y al hombre de hoy día, para poder mudar nuestra sociedad de corupción, indignidad y vileza por un nuevo siglo XIII, en el que "los reyes eran santos y los santos eran sabios", se requiere un milagro, en sentido estricto o bien es, como tu dices, una labor a muy largo plazo.
Pero el hombre de esta sociedad, el que se encuentra a gusto en ella, el indigno y corrupto, no permitirá jamás que se lleve a cabo la regeneración, esencialmente moral, de la sociedad, porque sabe que ella determinaría, antes o después, el fin de su modo de vida y ésto nos lleva a que cualquier arreglo de las cosas, pasa, indefectiblemente, por un degüello de proporciones apocalípticas que desgraciadamente, nosotros no tenemos medios para realizarlo...y ellos si.