¿PERO QUE HACEMOS AQUI?

En un lugar de Cantabria de cuyo nombre me acordare mientras viva, vive un hombre de bien, insigne amigo, que haciendo gala de un exceso de bondad y derrochando una enorme, gigantesca, generosidad, quiso compartir uno de los momentos grandes y mas felices de su vida con un grupo de amigos muy particulares, especiales.

Acudimos todos los que pudimos; desde el primer instante la atmósfera que se respira es cordial, donde cada uno con sencillez y de verdad se muestra tal y como es, la alegría es tan sincera que se contagia solo con las miradas. No por guardar las formas se renuncia a la ironía y al picante. Las relaciones surgen con toda naturalidad y espontáneamente, conversaciones de todo tipo con buen humor, a veces con seriedad y hasta profundidad. Algunos se conocen más y otros somos casi recién llegados, pero se crea una fuerte unión por un sentimiento de amistad de tanta envergadura que a pesar de conocernos relativamente hace poco tiempo, parece que nos conociéramos de toda la vida.

Alrededor de la comida y bebida (con mesura y a veces con desmadre, pero siempre prudente), los ratos no pueden ser mas completos. No hay que hacer grandes esfuerzos, para que el entendimiento se instale, sobra con el respeto, las buenas formas y el ponerse en el lugar del otro, la relación se hace sencilla, fluida y tan sincera que hay momentos de la conversación que el corazón te hace ahogar un gemido.

En uno de aquellos momentos de charla tranquila, alguien elevando el tono de voz de forma grave, pregunto: ¿Pero, que hacemos aquí? , os lo habéis preguntado, ¿que haces tu aquí?, ¿es que estamos locos?

La pregunta me hizo pensar. Sin duda se refería a por que personas que nos conocemos de una forma tan sui generis, que hasta hace relativamente poco tiempo no sabíamos absolutamente nada unos de otros, que sin mas compromiso que el que uno mismo se crea, habíamos recorrido un montón de kilómetros sin pensar en la exposición del viaje, en contratiempos o cualquier otro prejuicio, habíamos renunciando a la comodidad de quedarnos en casa, y a todo lo que hubiera dictado el mas elemental sentido común.

Pero no fue así, y con la mayor ilusión acudimos a la convocatoria del amigo, que fue el primero en perder la sensatez al invitarnos a día tan grande.

El motivo de esta insensatez, de esa fuerza de atracción que por encima del sentido común hace vencer los prejuicios y pasar por encima de todos los inconvenientes, viene definido por una palabra en vías de extinción, Humanidad. Le leí hace tiempo a una cofrade, a la que esta humanidad le rebosa, que después de asistir a su primera quedada, cuando volvía hacia su casa iba tan feliz, que se iba diciendo “estas personas si que merecen la pena, son buenas de verdad “.

La misma tendencia política no ha sido mas que una justificación, por que realmente lo común a todos es el respeto, las buenas formas y el trato sencillo, nada aparentemente difícil, pero único.

La respuesta es que esto es una bendita locura y una realidad difícil de comprender por quien no tenga ese poquito de humanidad. No seria posible este gran resplandor sin ese poquito de luz que cada uno llevamos dentro.

Ahora voy entendiendo que todo esto es tan especial que el propio Magíster se preguntara ¿pero que hacemos aquí?.